2ª ETAPA: Växjö (pronunciado 'Vecuo')
La primera etapa en Copenhague se había saldado satisfactoriamente. Pero quedaba lo más importante: Växjö. La capital del Condado de Kronoberg es una ciudad muy agradable para vivir, pero no es precisamente Ibiza en lo que a oferta turística y de ocio se refiere. Me preocupaba que su estancia allí se les hiciera aburrida o insulsa. Pero nada más lejos de la realidad.
Mostraron una actitud más que positiva (parecían más jóvenes por minutos) durante su estancia y disfrutaron de las pequeñas virtudes de esta pequeña localidad rodeada de lagos. Ver como disfrutaban del hermoso lago que divide la ciudad (se lo pasaron como niños haciendo fotos a los patos e incluso a una ardilla) y lo mucho que les agradó la visita al moderno y funcional campus universitario (donde conocieron a varios de los españoles que tienen la mala fortuna de aguantarme) me hicieron confirmar que cuando decidí Växjö como primer destino fue una buena decisión. Además el tiempo les acompañó durante su estancia aquí, siendo una auténtica delicia pasear y visitar la región.
Otra cosa que les sorprendió fue el Castillo de Teleborg. No es muy antiguo ni excesivamente grande. Su estilo recuerda a esos castillos del Valle del Rhin que parecen sacados de un cuento. Por lo que es, para mi criterio, elegante a más no poder.
What a beautiful castle!
Sobra decir que les llevé al primer Ikea del mundo. Es igual que el resto, pero como nunca habían estado en uno no les importó. Además dicha visita no era más que un pretexto para volver a uno de mis lugares favoritos en Suecia: el restaurante de IKEA. Y ya de paso conducir un poco el flamante Golf que alquilamos, que uno tenía morriña y las carreteras suecas tienen su encanto.
Porque IKEA no es sólo una tienda de muebles muy bien montada, tremendamente innovadora, llena de útiles y baratos utensilios de menaje e ideal para amueblar tu piso con poco dinero. Cuenta también con un restaurante en el que por unos precios propios de los años 90 en España (café más bollo por 60 centimos, plato de Kottbullar por 1.7 euros, perritos calientes a 100 pesetas y muchas cosas más) te puedes poner las botas. Por no hablar de las tartas que se gastan estos suecos. Vamos que los tres salimos comidos por unos 19 euros en total y yo me jalé tres Kanelbullar que me dieron toda la energía (y el subidón de azúcar) para proseguir la aventura.
Mi extraña mirada fue el anticipo de un sonoro atracón de Kanelbullar. El coma diabético estaba al acecho.
Aparte de eso visitamos Alvesta, el segundo municipio más grande del condado de Kronoberg y que, siendo benevolentes, no era nada del otro mundo. Pero por lo menos podemos decir que lo conocemos.
Asimismo fuimos al maravilloso 'Reino del Cristal', una coqueta y frondosa comarca de Kronoberg en la que están algunas de las empresas cristaleras más prestigiosas de Suecia (Kosta Boda, Orrefors...). La verdad es que se les da bien trabajar el cristal.
Mi madre y yo posamos con lo que parece ser un 'Risketo' (según ocurrencia de mi hermano).
Uno de los momentos cumbres del viaje fue cuando pusimos rumbo a un parque con alces. Me he hartado de ver señales de 'Peligro, alce' (ver foto). Pero todavía no había visto uno.
Al llegar al parque nos dimos cuenta de que éramos prácticamente los únicos turistas del lugar, pero no nos importaba: había que ver un alce a cualquier precio. Y lo conseguimos.
Nota del autor: pese a que ahora no tienen cornamenta, son pacíficos y me separan tres alambradas, le tuve bastante respeto.
Además vimos otros animales a los que, como buenos urbanitas, no dudamos en fotografiar.
Te elijo a ti, ¡Pikachu!
Lo cierto es que la visita se agradeció. Uno tuvo que 'soportar' las habituales e incorregibles manías típicas de los padres que parecían olvidadas en el tiempo. Pero desconecté de la rutina, me dieron bien de comer, mi madre (pese a mis avisos de que no hiciera nada) me adecentó un poco el piso y mi padre (testarudo como una mula) no dudó en comprar unas cuantas herramientas (en el mítico 'Clash Olson', que tiene de todo) para arreglar la desvencijada, y heredada, bicicleta de Borja. Así que aprendí un poco más del maravilloso mundo de las bicis.
José Mielgo analizando detenídamente su próxima presa: una bici comida por el óxido.
Tras años prácticamente sin viajar juntos (cosas de la edad y las prácticas laborales) he de reconocer que fue un placer recibirles en territorio sueco y mostrarles un poco el hábitat en el que me he vivido este atípico año (sólo me faltó llevarmeles a Stallarna a tomar unos botellines). Su buena predisposición ante mis compromisos académicos (que les obligaban a buscarse la vida) no pueden quedar sin mención. Y pese a no hablar nada de inglés se desenvolvieron bastante bien (la experiencia es un grado). Por no hablar de lo que disfruté viendo la final de Copa con mis padres tras todos estos meses. Fueron unos buenos huéspedes, jeje.
Como punto y final a esta entrada no puedo despedirme sin darles gracias no sólo por hacer viable que yo disfrute de mi aventura sueca sino por todo el esfuerzo y trabajo que depositaron en el que escribe estas letras.
Sin su apoyo un servidor, que fue a clases de apoyo durante parte de su educación primaria, tenía verdaderas dificultades para leer a un mínimo nivel y era y es bastante torpón, habría sido 'carne' de fracaso escolar.
Así que una gran parte de lo poco o mucho (según como se mire) que he recorrido en estos 25 años de vida se lo debo a ellos.
Zagales, un abrazo, nos vemos en los bares. En breve habrá más entradas.
"Mi padre me mira como si descubriera de golpe que su hijo no es precisamente avispado". Conozco esa cara acompañada de una frase del tipo "Seguro que algo más tiene que estar abierto"
ResponderEliminarGran crónica, Gonza, casi me emociono con el final, jejeje. Me ha recordado cuando te ayudaba con Francés sin tener yo ni idea, que me lo estudiaba primero y luego te lo explicaba, jajajaja.
Un abrazo!!!
Que chulo Gonza, aqui solo hay conejos y ardillas (bastante locas por cierto)
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