Tras más de un mes de ausencia, y aprovechando que en mi querida Salamanca sí que dispongo de conexión a Internet, vuelvo a juntar unas cuantas letras en este blog.
Introducción: un gañán en la capital de la Costa del Sol
Más de dos meses han pasado ya desde mi llegada a territorio malacitano y ya puedo hacer un pequeño balance de mi estancia. Y este no puede ser sino, pese a que hay aspectos cuestionables, más que satisfactorio.Es cierto que a la vuelta de mis vacaciones (a las que, siendo sincero, llegué bastante 'castigado' tanto a nivel físico como anímico) me va tocar trabajar más y, sobre todo, mejor. Pero el ambiente de trabajo que me ofrece tanto la ciudad de Málaga como mis compañeros me va a resultar de gran ayuda.
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¡No sólo de chiringuitos y espetos de sardinas viven los mesetarios! De camino a las tapas se encontraron la Catedral de Málaga. |
Málaga cuenta con un entorno y una climatología privilegiada y eso se nota nada más pisar la calle. La Costa del Sol (uno de los principales núcleos del denostado 'boom inmobiliario') no escapa a la difícil coyuntura económica en la que nos encontramos. Pero siempre puedes percibir (ojo, esto es una generalización) en el trato con la gente una actitud claramente positiva y jovial pese a la que está cayendo en el país que no deja de resultar un poco sorprendente para un castellano de naturaleza siempre un tanto escéptica (a veces tendiendo al pesimismo) como el que es escribe estas líneas.
Mentiría si dijera que no he oído prejuicios (especialmente negativos) sobre Málaga en particular y Andalucía en general previamente a mi llegada. Personalmente opté por dejarlos al margen y juzgar a la gente por mi propio criterio y experiencia. Está claro que existen diferencias, saltan a la vista, entre el carácter castellano y el andaluz. Pero, bajo mi punto de vista, haber basado mi comportamiento en clichés y estereotipos en gran parte trasnochados habría sido un error que no habría hecho sino dificultar mi integración en la sexta ciudad de España. Las generalizaciones nunca son buenas y por ahora sólo tengo buenas palabras para mis compañeros y compañeras que siempre han tenido un gesto de apoyo conmigo cuando lo he necesitado y que me están ayudando en gran medida a conocer lo mucho que Málaga puede ofrecerme.
Las hordas charras llegan a 'Teatinos'
Tras esta 'pesada' reflexión sobre Andalucía toca dar paso al eje central de esta nueva entrada en el blog: ¡la invasión mesetaria!.
El hecho de ser destinado a Málaga y disponer de vacaciones en Agosto no hizo sino aumentar el interés de mis amigos por visitarme y hospedarse en mi pequeño piso en Teatinos (barrio al Noroeste de la capital malacitana). Desde aquí me pregunto si habrían mostrado las mismas ganas de haberme mandado a alguna ciudad de interior (no pondré ejemplos para no herir sensibilidades) en este nuestro país.
Foto de la expedición que, equipada con castizas camisas, se dispone a descubrir el desconocido mundo de los chiringuitos.
La leyenda dice que fueron siete los valerosos mesetarios que osaron abandonar la 'hermosa y bucólica' meseta para adentrarse en la 'peligrosa y desconocida' Costa del Sol. Muchos eran los peligros: el sol amenazaba con quemarnos y el calor (y la humedad) con dificultarnos el sueño y acrecentar nuestras resacas. Pero una espectacular planificación (la compra se hizo dos horas antes de que llegara el grueso de la expedición tras dar varios rodeos para llegar al hipermercado) garantizó que en el piso franco de Teatinos siempre hubiera víveres (a destacar las banderillas y los nuggets de pollo base de nuestra rica dieta), y algunos licores (procedentes de una flamante cadena de distribución de cuyo nombre no quiero acordarme) en cantidades industriales para afrontar semejante desafío.
Iván, preparado para la pesca del 'bivalvo'. (Batalla de 'Los Álamos').
La primera etapa de la expedición tuvo lugar en un lugar mitificado para madrileños, mesetarios y demás pueblos del interior: la villa de Torremolinos. Ataviados de bañadores con motivos florales (¡hay que adaptarse a las costumbres locales!) y unas cuantas latas de cerveza logramos adentrarnos en Los Álamos. La expedición logró salvar viva de allí y sin daños de consideración (nadie se peló por el sol) pero con notables pérdidas: un balón, una iguana (hinchable) y un flotador desaparecieron del lugar ante la empanada mental ('posible insolación') que azotó a todo el grupo. Nunca olvidaremos tan cuantiosas pérdidas.
(Nota de autor: tras numerosas y acaloradas discusiones seguimos sin saber cómo y cuándo pudimos extraviarlos y quién abandonó tan queridas pertenencias).
Cuentan los del lugar que los días pasaron entre copiosas macarronadas para almorzar (contra todo pronóstico comimos como marqueses los cinco días), abundante aire acondicionado (el salón era un refugio cotizado) y cruentas batallas de madrugada por saber quiénes eran los 'afortunados' que iban a pernoctar en el salón, donde las persianas brillaban por su ausencia.
Pero no sólo de aire acondicionado y platos sencillos viven los castellanos. El mesetario es de naturaleza curiosa y por eso no dudamos en sumergirnos en las profundidades marinas en busca de preciados y exóticos 'bivalvos', pues en nuestro querido Rio Tormes poco hay que rascar salvo algunas carpas, bastante suciedad y algún cangrejo americano.
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¡El próximo deporte olímpico!
Lo cierto es que algún bivalvo encontramos en el Peñón del Cuervo, la playa a la que llegamos tras algún que otra maniobra temeraria de nuestros instructores. Pero lo que más vimos fueron 'domingueros' (Málaga en Agosto está repleta de ellos) y alguna que otra zapatilla que, sin saber muy bien cómo, estaba a varios metros de profundidad (modelo Converse 'All-Star').
Nota de autor: sólo ponernos los trajes de neopreno nos llevó cerca de 10 minutos. De cómo fuimos capaces de quitárnoslos mejor no hablamos.
La verdad es que la aventura malagueña no fue sino una buena excusa para volver a juntarnos. Han pasado ya 8 años desde nuestro primer viaje (unas 9 horitas de bus) a Benidorm, esa gran ciudad. Pero, pese a que contamos con unos cuantos kilos más encima y unas ojeras más pronunciadas, el espíritu prevalece. Nos hacemos mayores, vamos asumiendo responsabilidades e incluso algunos se van formalizando (otros siguen 'trabajando en ello') pero las ganas de juntarnos y pasárnoslo bien perduran.
Nótese que Nicolás, el único que lleva gafas, fue confundido con el 'follonero' por un grupo de 'ebrios' chavales que no dudaron en fotografiarse con él. ('Café del Sol, Los Álamos, Torremolinos).
¡Una bestia insaciable.... (dando vueltas en su rueda)!
Salamanca, esa ciudad...
Y, cómo no, era obligado volver a mi tierra natal tras una exigente estancia en Málaga. Dónde pude disfrutar de ese gran placer que es pasear por las calles del majestuoso barrio Garrido (si queréis conocer un poco mejor este gran barrio os recomiendo este brillante blog http://garridomonumental.blogspot.com.es).
Garrido es uno de tantos barrios plagados de bloques de ladrillo visto que hay en España: calles infestadas de coches, aceras estrechas, ausencia de parques y bares por todos lados son sus señas de identidad.
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Jugar al billar y ponerme de los nervios por mi torpeza... ¡Cómo echaba de menos esa sensación! |
Pero es mi barrio, y eso siempre marca. Pasarán los años y seguiré sintiendo que estoy volviendo a mi infancia cada vez que paso por la Calle Pedro Mendoza; donde un servidor rompió numerosos pantalones de chándal en sus esperpénticos comienzos como sufrido guardameta. Es por eso que pisé más sus calles, y alguno de sus bares que el propio casco histórico (Salamanca ha sido declarada Ciudad Patrimonio de la Humanidad por la Unesco).
¡La gente de Garrido a veces viaja al extranjero y hace incursiones en la Plaza Mayor!
En Salamanca pude volver a retomar la que, probablemente, es la mayor de mis aficiones: 'caña y pincho', ese binomio perfecto. Ya lo dice un buen amigo mío: ¡el pincho es salud, el pincho es salud, el pincho es la fuente de la juventud! Y si encima te reencuentras con viejos amigos el placer es doble.
En definitiva, que desconecté y cargué las pilas. No hice nada extraordinario pero descansé, vi a mi familia, escapé a Medina del Campo, me tomé unas cuantas cañas con mis amigos y pude volver a sentirme charro por unos días. Habrá quien le parezcan unas vacaciones desaprovechadas porque ni he ido a esquiar, ni he hecho un viaje de meditación a la India, ni nada por el estilo (bueno, peregriné al Helmántico). Pero tras el jaleo de estos últimos meses el cuerpo me pedía descansar y ver a los míos. Y se consiguió...
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Clásico placer castellano: Cervezas y Patatas Bravas. (Nota: si antes se ha jugado un partido de fútbol se disfruta más). |
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Pitilingorri, un ático y unas cuantas leyendas del Balabushka Fútbol Club. ¡Qué más puedo pedir! |
En definitiva, que desconecté y cargué las pilas. No hice nada extraordinario pero descansé, vi a mi familia, escapé a Medina del Campo, me tomé unas cuantas cañas con mis amigos y pude volver a sentirme charro por unos días. Habrá quien le parezcan unas vacaciones desaprovechadas porque ni he ido a esquiar, ni he hecho un viaje de meditación a la India, ni nada por el estilo (bueno, peregriné al Helmántico). Pero tras el jaleo de estos últimos meses el cuerpo me pedía descansar y ver a los míos. Y se consiguió...
¡Un abrazo, nos vemos en los bares!
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